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03 mayo, 2016

Aín, entre montañas

Temprano, justo después de desayunar, nos pusimos en camino hacia Aín. Teníamos que pasar por Soneja y Azúebar y llegar hasta la zigzagueante carretera CV-219 que pasa por Chóvar y se encuentra con la carretera CV-223 que discurre por Eslida para, finalmente, llegar a Aín. 

Pasado el pueblo de Chóvar, hicimos una parada para contemplar, desde un alto, el paisaje de esta zona. Era impresionante.

Aín es un pueblo pequeño con pocos habitantes igual que muchos otros de la zona, como Almedíjar, Veo o Chóvar. Cuenta con poco más de 100 habitantes fijos, cantidad que queda duplicada en los meses de verano. 
Pertenece a la comarca de la Plana Baja, por eso es más fàcil llegar hasta Aín si lo haces vía Alcudia de Veo, Vall de Almonacid y Segorbe en lugar de por Soneja, Azúebar y Chóvar.

Aín está a los pies del Pico Espadán de más de 1000 metros de altura, en un pequeño valle rodeado de altas montañas, aunque el núcleo urbano de Aín se halla edificado sobre una pequeña colina o loma. 

Alrededor de la Iglesia parroquial del siglo XVIII, se estructura el trazado sinuoso de las estrechas callejuelas. Actualmente, la mayoría de las casas del centro de Aín están encaladas y le dan un aire especial al pueblo. Recuerda un poco el estilo de los pueblos blancos de Andalucía.



Quedan en pie, muy cerca del núcleo urbano, en la Solana, los antiguos Corrales, con sus arcos y patios interiores, en los que se resguardaban los animales y que además, servían para almacenar las cosechas.




También, quedan en pie un gran número de molinos, algunos hidráulicos, como el Molino de l’Arquet o el Molino de Arriba, Molino de la Luz o el Molino de Abajo.

Por la zona, existe una considerable cantidad de fuentes como la de San Ambrosio, la Fuente de la Caridad, del Juncaret y la del Barranco del Roig, entre otras. Cuando visitamos el pueblo, hacia meses que no llovía y algunas fuentes no tenían su caudal habitual.


Desde el pueblo salen diferentes rutas y senderos. Están bien señalizados y los puedes recorrer sin problemas. Nosotros recorrimos, entre grandes alcornoques y carrascas, un tramo del sendero que desde l’Ombría llegaba hasta la pista de del Camino del Palomar.


Aprovechamos que estábamos en Aín, para comer en el Molí del Duc. Comimos de maravilla. Comida casera con toques absolutamente imaginativos. Nos extrañó que no hubiera más gente en el restaurante. Porque el lugar merece mucho la pena. Es un antiguo molino, está restaurado y cuidado con mimo. Limpio y tranquilo (he leído que ha cerrado).


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